No se si hay que leer a Marx. Confieso que solo lo he leído en apartados sueltos en distintos momentos (y en tercera persona a través de Acemoglu y Robinson). En este momento lo estoy leyendo a través de la critica que le hace Schumpeter en 1942: Capitalism, Socialism, and Democracy.
Desde que se posesionó Trump se me venía aumentando el nivel de ansiedad por la incertidumbre política. Ya era suficiente aguantar la ineptitud del presidente de Colombia para tener que lidiar ahora en tiempo real con una novela de espías rusos donde seguimos el desmantelamiento desde adentro del gobierno gringo. Así que leer a Schumpeter es un remedo de terapia. Me sirve al menos intelectualizar la incertidumbre mientras un “billonario” errático stress-tests el sistema de pesos y contrapesos más moderno del mundo (en el sentido más literal del término).
Schumpeter esta leyendo a Marx desde la década de 1930. Para ese entonces el éxito de la Revolución Rusa en 1917 lo había popularizado como científico social. Magness y Makovi, comparan las citas a Marx con las de un promedio ponderado de otros científicos sociales importantes. Este promedio ponderado se puede pensar como un “Marx sintético,” que tenía la misma evolución de citaciones que Marx hasta 1916. Es una buena forma de medir cómo le hubiera ido a Marx inspirando ideas dentro de la academia si la Revolución Rusa lo hubiera hecho tan famoso como al promedio de los otros escritores y filósofos.

Es muy probable que los lectores durante los 30s entendieran la teoría Marxista como una predicción sobre el devenir de la historia. Una predicción muy directa sobre el fin del capitalismo. Seguramente el mismo ambiente de incertidumbre política de la época le confirmaba a la gente la narrativa Marxista sobre la dirección de los cambios del mundo occidental. Esta es la época de la Primera Guerra Mundial y la Peste Española, de la adopción y el abandono del Patrón Oro, la Gran Depresión, la transformación de la Revolución Rusa en la dictadura de Stalin y la llegada del fascismo a Europa Occidental.
Esa es la razón por la que estoy volviendo a leer a Schumpeter: el estado del mundo hoy trae discusiones sobre las que tenemos experiencia. En este caso quiero aprovechar la conversación entre Joseph Schumpeter y Karl Marx para iluminar ideas sobre el mundo de hoy. En realidad es la respuesta de Schumpeter a Marx 70 años después. El primero de ellos tiene la ventaja de responder después de grandes avances en teoría económica. El segundo es el científico social mas popular de la época previa a la Segunda Guerra Mundial, mucho después de su muerte. Su teoría sobre el mundo, que combina sociología con teoría económica, parecía predecir los acontecimientos sociales a pesar de ser anticuada en métodos económicos.
En Capitalism, Socialism, and Democracy, Schumpeter se propone evaluar el poder predictivo de la teoría Marxista, analizándola como una teoría formal y no solo como un tratado filosófico. La primera parte del libro esta organizada en cuatro capítulos que representan las facetas de Marx: el profeta, el sociólogo, el economista, y el profesor. En esta parte Schumpeter contextualiza (poco) la teoría Marxista, echa flores a la capacidad de Marx de persuadir escribiendo,1 y hace una valoración sobre la teoría marxista como economía positiva, es decir, como una descripción del mundo. Para esto contrasta sus supuestos y predicciones con observaciones empíricas.
La teoría Marxista es una combinación de su su teoría sociológica y su teoría económica. La teoría sociológica propone la idea de que la clase, el acceso a los medios de producción, define las interacciones sociales y económicas, la cultura, los valores, etc. La teoría económica determina la dinámica de cambio de la remuneración a los factores y las rentas de las empresas, derivando en la teoría de la acumulación. Para Schumpeter, en el proceso de combinar ambas teorías, la síntesis no termina siendo buena sociología ni buena economía.
En “Marx the sociologist”, Schumpeter critica la teoría sociológica de Marx sobre la clase como descripción rígida de las interacciones sociales. Definir la clase como el acceso a los medios de producción limita el entendimiento del mundo pues ignora que los trabajadores pueden ahorrar e invertir, y que algunos trabajadores también tienen rentas económicas. Sin embargo, este no es su enfoque principal. Schumpeter quiere partir de los supuestos marxistas para evaluar sus predicciones sobre la muerte del capitalismo, por lo que le interesa más la teoría económica.
En resumen, para Schumpeter la teoría de Marx sobre la dinámica del capitalismo, a pesar de dar la impresión de tener consistencia interna (los supuestos llevan a las conclusiones), tiene serios problemas de validez externa (es imposible reconciliar los supuestos y la mayoría de las conclusiones con observaciones empíricas de la realidad). Estas fallas pueden culparse directamente a la base de la teoría marxista: la teoría del valor trabajo—i.e. la idea de que el valor de las actividades económicas esta determinado por la cantidad de trabajo necesaria para completarlas. Esta es la parte del método Marxista que es anticuada.
En 1871, Jevons y Menger propusieron una forma radicalmente distinta de pensar en el valor de las cosas, tanto bienes y servicios como factores de producción (capital y trabajo). Los valores de las cosas se pueden inferir analizando decisiones individuales en el margen (e.g. contratar un trabajador más, comprar una unidad más de un bien, aumentar la deuda en $1 más, dedicarle una hora más a una tarea, etc). De esta forma el valor proviene de motivaciones económicas de las firmas (i.e. ganar mas plata) y de preferencias subjetivas de las personas (i.e. ser mas feliz), que se combinan con restricciones de recursos (i.e. costos y presupuesto). A través de este marco de pensamiento, no interesa pensar en el valor intrínseco porque en una economía donde se intercambian bienes, servicios y factores productivos, los precios relativos de intercambio resumen las valoraciones de empresas y personas. Si alguien compró y alguien vendió un bien, o una hora de trabajo, significa que ese bien o ese factor productivo vale al menos eso para quien lo compra y menos que eso para el que lo vende. Esos precios relativos se ajustan a través de las interacciones de empresas y personas para reflejar las valoraciones de quienes participan en el mercado y la disponibilidad relativa de recursos.
En “Marx the economist,” Schumpeter desarrolla una crítica marginalista a la teoría de Marx. El proceso que llevará al fin del capitalismo se fundamenta en la teoría de la acumulación, donde los dueños del capital (que es el factor de producción acumulable) pueden extraer parte del valor que le aportan los trabajadores a las actividades de producción y así pueden acumular cada vez más capital. Esta teoría requiere pensar en el valor como algo fijo que debe repartirse entre capitalistas y trabajadores. Durante el tiempo, el capital tiende a reemplazar a los trabajadores, consolidando a la clase capitalista como quien recibe cada vez más de la plusvalía.
Sin embargo, desde un punto de vista marginalista sobre el valor, acumular capital 1) reduciría el precio relativo del capital (i.e. dado un número de trabajadores, la máquina número seis aporta menos valor a una empresa que la máquina número cinco), y 2) aumentaría la contribución marginal de los trabajadores, aumentando el valor de su tiempo de trabajo (i.e. un número dado de trabajadores aporta más valor a la empresa con una máquina adicional, por lo que las empresas les retribuyen en salarios el equivalente a su contribución marginal).
La teoría marginalista dice algo muy especifico sobre el proceso de acumulación: al acumular capital, el proceso productivo debe retribuir cada factor de acuerdo a su contribución, por lo que a pesar de haber más capital, los precios relativos se ajustan y se compensa el crecimiento del stock de capital con mayores salarios para los trabajadores y menor precio del capital. En equilibrio, la porción de las actividades que se paga a los trabajadores debería permanecer relativamente constante.
Al rechazar la teoría del valor trabajo como una aproximación válida para describir el mundo, las predicciones de Marx se invalidan. El proceso de acumulación no lleva a la “explotación” de los trabajadores porque 1) los trabajadores tienden a remunerarse con el valor que le agregan a la empresa, y 2) la compensación de los trabajadores aumenta relativo a la del capital al cambiar las cantidades relativas de recursos.
Con la ventaja de estar en el 2025, podemos usar los datos de Penn World Table para testear estas ideas. Precisamente, podemos medir cómo se remuneran los factores productivos a través del tiempo. El gráfico de abajo muestra la proporción del ingreso total de la economía que se dedica a remunerar a los trabajadores en Estados Unidos y Colombia. Esta proporción ha permanecido relativamente constante durante los años para los que hay buena información, cerca al 60% para Estados Unidos y al 50% para Colombia. Esta proporción no decae rápidamente, como predice la teoría marxista.
Esto lo predice porque asume que el capital se acumula y el trabajo no, y el valor de las actividades económicas es una característica fija, definida por el valor trabajo. La teoría marginalista del valor predeciría una situación similar a la que observamos en la realidad. Este es el argumento de Schumpeter para criticar la base teórica sobre la que se construyen las predicciones de Marx. Salvo que él lo hace en palabras en lugar de datos.

Para Schumpter, hay una segunda razón por la que la teoría marginalista es superior a la teoría del valor trabajo, una segunda razón para criticar la teoría económica de Marx. La presencia de rentas que tienen las firmas incentiva la entrada al mercado de otras empresas, que empiezan a erosionar dichas rentas a través de la competencia o de la invención de bienes sustitutos mejorados. Las rentas económicas son un incentivo a inversiones y acciones en el margen que tienden a diluirlas y no a acumularlas.
Por estas dos razones la teoría Marxista no es útil, le interpreto a Schumpeter. Si intercambiamos la teoría del valor trabajo por la teoría marginalista del valor podemos predecir mejor el mundo, juzgando esa teoría por la constancia de las remuneraciones a los factores aun cuando la acumulación de capital es evidente. De otra forma, la razón que presenta Marx para el fin del capitalismo, su teoría de la acumulación y la explotación, no es consistente con los hechos estilizados. Los capitalistas no parecen concentrar cada vez más valor, por lo menos al ritmo acelerado que proponía Marx.2 Sin la dinámica de la distribución de los recursos, que motiva la revolución violenta de los trabajadores y justifica la dictadura del proletariado, la teoría marxista pierde todo su poder predictivo sobre el fin del capitalismo.
Si la teoría económica que soporta la teoría marxista es poco útil para entender el mundo, por qué tiene tanta popularidad y relevancia? En “Marx the teacher”, Schumpeter explica su vision sobre el atractivo y la popularidad de Marx: su capacidad de reducir el mundo y los acontecimientos históricos a una idea sencilla: la lucha de clases. Es decir, el conflicto entre grupos de la sociedad que se definen a partir del acceso a los medios de producción distintos: uno que se acumula y otro que no. Esa lucha entre capitalistas y trabajadores determina los cambios sociales.
Una teoría que parece tener poder explicativo pero que carece de validez por partir de supuestos anticuados y llegar a conclusiones completamente distintas a la evidencia empírica es inútil como marco de interpretación histórica. En el resto del libro, Schumpeter va a proponer cómo llenar los vacíos marxistas para generar su propia interpretación histórica sobre la turbulencia política y su inevitabilidad.
Precisamente a su capacidad de escribir en “slogans” y de resumir su teoría en consignas.
Esta conclusión es medio ligera. Hay una discusión grande sobre la posibilidad de que la remuneración al capital haya aumentado en los últimos 40 años. La discusión se da sobre la medición correcta de las remuneraciones a los factores en presencia de cambio tecnológico, cambios en la abundancia relativa de factores, y distorsiones de mercado. Ver por ejemplo, Karabarbounis and Neiman (2014) o Stansbury and Summers (2020)